Al conocer en Pirineos a aquel francés (que ya os conté en mi anterior entrada cuando me cambió mi primera yegua por otra mejor domada) que realizaba un trabajo con los caballos basado en la conexión entre ambas especies, me di cuenta que todo lo poco que había aprendido de manejo del caballo no era la forma adecuada de comunicarme con ellos para tener una relación de confianza y armonía.

El uso del caballo de la forma tradicional con hierros en su boca, con manejos violentos o agresivos y obligándolos a vivir encerrados entre cuatro paredes no logra que pueda ser un caballo libre de querer trabajar con los humanos de una manera respetuosa. Si es sometido con violencia y con herramientas que le imparten molestias nunca será un caballo conectado con la persona y nunca podrá disfrutar de estar con nosotros.

Así comencé mi formación enfocada en la doma natural, estudié aquellos profesionales que han realizado y realizan este manejo del caballo basado en una comunicación entre ambas especies. Aprendí la etología del caballo, su lenguaje corporal, las necesidades reales que tiene como animal social de manada y la manera de poder comunicarme corporalmente para que ellos me entendieran y me aceptasen como una más de su manada.

Me involucré tanto que decidí iniciar mi carrera profesional con los caballos. Cree una pequeña hípica con 6 caballos, ¡¡¡mi primera Hípica Pegaso!!! Eran caballos que conseguí de un tratante que me aseguró eran buenos para montar. Como todos los empieces hay veces que te la cuelan y a mí esto me generó más aprendizaje. Hubo varios caballos de los que compré que presentaban algún tipo de problema de doma, ya fuera por anteriores malos manejos o por miedos sin resolver. Mucha gente del mundo rural donde vivía me aconsejaba volver a venderlos o darlos a un matadero pues eran peligrosos para montar pero yo me negué rotundamente. Debía darles la oportunidad de confiar en mi y cambiar su forma de actuar con los humanos.

No fue fácil, pero con paciencia conseguí aprender y ellos conmigo. Logramos esa unión necesaria para realizar una monta sin conflictos, una conexión donde podemos trabajar juntos con placer y cooperación.

Llegar a ver el antes y el después de mi misma con respecto a mi comportamiento con los caballos es algo que me llena de satisfacción. Pensar en que hubiera seguido montando a los caballos sin preocuparme de si ellos estaban bien o de si ellos me estaban transmitiendo su malestar, solo manejándolos por mi propio placer sin pensar en cómo se sentían ellos, es algo que ahora no lo acepto, solo se debe disfrutar si existe esa conexión donde ambos estén a gusto con el otro, donde no existan miedos o desconfianzas, donde, aunque seamos especies diferentes nos entendamos y podamos comunicarnos como si fuéramos uno igual.

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