Desde el momento que pude percibir en mi interior el cambio que los caballos habían logrado en mí misma pensé que esa experiencia no podía quedar solo en mí, que tenía que mostrarlo a los demás para que pudieran ayudar a mejorar sus vidas.
Cada persona que venía a montar en los caballos de mi primera Hípica en Pirineos podía tener la oportunidad de apreciar que los caballos les ayudaban de alguna manera. No solo era pasear en caballo, era superar miedos, controlar emociones, decidir el camino que deseaban llevar con autonomía, aprender a expresar lo que necesitamos de una forma armoniosa y no violenta, y un largo etc que dependía totalmente de cada persona y su situación personal.
Mi objetivo principal era mostrarles que cada caballo podía aportar en sus vidas algo a valorar y si hacía falta mejorar. Cierto que les enseñaba a manejar un caballo con la base de equitación, pero siempre intentaba mostrarles lo que el caballo les estaba enseñando. En unos casos les demostraba que el caballo no les obedecería si ellos no confiaban en sí mismos, que la duda para decidir hacía donde dirigirlo impedía que el animal se fiara del humano, esto lograba en el jinete un cambio de actitud hacía él mismo que le podría ayudar en su vida diaria consiguiendo tener dominio de situaciones difíciles con confianza y seguridad.
Me gustaba trasmitir aquello que yo había aprendido del lenguaje corporal de los caballos, les enseñaba a interpretar lo que el animal nos expresaba y así que fueran participes de lo que podía vivir el caballo en ese momento y de las necesidades que tenía. De esta forma también lograba que mis caballos trabajaran a gusto. Así, por ejemplo, si un caballo estaba incómodo en la ruta porque el caballo que iba detrás invadía su espacio personal al no ser bien manejado por el jinete, lo expresaba con sus orejas y su cuerpo, si ello era apreciado podíamos corregir la situación para evitar así que los caballos pudieran llegar a cocearse enfadados por el descontrol de la posición.
Cuando venían familias con sus hijos pequeños a montar podía apreciar como el sobreproteccionismo de los padres influía en los niños y niñas de manera que no eran capaces de decidir por ellos mismos y no controlaban que el caballo realizara bien su trabajo. Es en estos casos cuando mi labor hacía ver a los padres que cada niño o niña podía sin su influencia dominar un animal tan grande como un caballo solo teniendo fe en si mismo, en el momento que el peque confiaba, el caballo cambiaba de actitud y se centraba en realizar lo que le pedían. De esta forma ayudaba al peque y a su familia.
También puedo decir con satisfacción que ayudo a personas con alguna capacidad diferente a sentirse como uno más. Realizo un trabajo de integración social con estas personas logrando que con las terapias puedan controlar al caballo de igual forma que cualquiera pudiendo participar de rutas o campamentos ecuestres.
Ver a una persona con su cara de pánico al subir al caballo por primera vez, incluso temblando de miedo, mirarle a los ojos pidiéndole que confíe en mi y en el caballo para ayudarle a superarlo y tras solo unos segundos apreciar cómo empieza a respirar más tranquilo, que tras los primeros movimientos del caballo puede ir moviendo su cuerpo agarrotado y tras terminar la actividad vuelve con una sonrisa enorme en su cara, logra en mi corazón sentir que mi trabajo a dado resultado.
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